“A dónde va” nace de una inquietud profunda, de esas que te taladran el pecho cuando no dices lo que sientes por miedo a incomodar al otro. ¿Cuántas veces hemos callado porque creemos que expresar lo que nos duele o nos importa puede hacer que los demás se alejen? Nati San, con su pluma afilada y honesta, pone sobre la mesa este dilema en forma de bolero moderno que coquetea con el pop sin perder la esencia cruda y directa del género clásico.

La canción fue grabada en el conservatorio donde la propia Nati San estudió hasta 2021, un lugar que guarda memorias de esfuerzo, aprendizaje y crecimiento. Lo curioso es que “A dónde va” no estaba pensada para sonar como bolero; la propuesta surgió de Mateo Olivero, productor que eligió el tema como parte de una práctica de producción y le dio una vuelta de tuerca inesperada. Nati San, también productora musical y conocida por su pulcritud creativa, aceptó dejarse llevar, fluir y confiar en la visión fresca de su colega. ¿El resultado? Una joyita sonora que desborda nostalgia y modernidad a partes iguales.

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Musicalmente, “A dónde va” es un híbrido delicioso: un bolero pop que respira R&B, funk y hasta un toque de disco escondido entre acordes suaves y una base rítmica cálida. La voz de Nati San, dulce pero decidida, flota sobre la instrumentación como confesión nocturna a media luz, como esas cartas que nunca se envían pero que curan por el solo hecho de ser escritas.

LA INFLUENCIA DETRÁS DE NATI SAN

Influenciada por gigantes como Erykah Badu, Dua Lipa o Lauryn Hill, Nati San construye un universo musical donde la vulnerabilidad no es debilidad, sino potencia pura. Y eso se nota en cada verso de “A dónde va” , una canción que tiene la capacidad rara de hacer que el oyente sienta que la letra fue escrita exactamente para su historia. “Me encantaría que alguien piense: ‘Esta canción parece que la escribí yo, dice exactamente lo que siento'”, confiesa la artista.

Pero detrás de esta pieza no solo hay técnica y talento; hay una historia de vida real, de esas que todos cargamos pero pocos nos atrevemos a cantar. La canción nació de forma espontánea, como suele suceder con las cosas verdaderas: “Un día me surgió la melodía de la estrofa, otro día la del estribillo, y me di cuenta de que encajaban perfectamente”. Así como en la vida, las piezas sueltas a veces encuentran su lugar cuando menos lo esperamos.

Más allá de la música, el motor de esta canción fue una vivencia personal de Nati San: el momento en que se dio cuenta de que estaba callando sus emociones por miedo a molestar. “Esta canción me recuerda que, si algo me hace mal, lo puedo decir, desde el respeto y el amor. Porque si callo todo lo que siento… ¿a dónde va mi voz?”, reflexiona. Y en esa simple pregunta radica la esencia de todo el EP: la idea de que silenciarse es renunciar un poco a uno mismo.