Hay discos que entretienen, otros que se bailan… y hay EPs como ‘Nictálope’ de Alex Buendía que no sólo se escuchan: se sienten como un golpe directo al pecho, de esos que no te avisan pero te dejan con el alma temblando. Este nuevo material del cantautor y multiinstrumentista mexicano no es para quienes buscan ligereza o canciones de playlist dominguero; es para quienes quieren masticar sus demonios, escupir sus nostalgias y abrazar sus propias sombras mientras suenan guitarras eléctricas cargadas de melancolía.
El título ya dice mucho: ‘Nictálope’, palabra rara y poética que alude a quien puede ver en la oscuridad. Y eso es precisamente este disco: una linterna emocional para quien anda perdido en la noche del desamor y la autoaceptación.
Alex Buendía abre el corazón sin anestesia. Este EP es la suma de noches largas, dudas existenciales, heridas abiertas y reflexiones que sólo se entienden después de perder a alguien que parecía inamovible. No es casualidad que todo esto haya nacido tras una ruptura amorosa importante en su vida en 2022. De esas pérdidas que no sólo quitan pareja, sino que arrancan pedazos de uno mismo.
Las influencias se sienten en cada track: un poco de José Madero en las letras ácidas; algo de Ed Maverick en el tono confesional; trazos sonoros de Zoé en la atmósfera, y destellos lejanos de Radiohead o The Strokes en los arreglos eléctricos. Todo cocinado con la crudeza y sencillez de un cuarto bajo la casa de sus padres: el lugar donde nacieron las primeras maquetas de este EP.
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’208’ abre la herida: una canción que es la postal sonora de la última visita a ese lugar que fue hogar con alguien amado. Suena a despedida forzada, a memoria viva que no se quiere apagar. Guitarras que envuelven, letra que raspa el alma. No es un track amable; es real, incómodo y sincero.
‘Altar’ baja las defensas. Aquí Alex Buendía le canta al perdón y a la aceptación como quien reza en silencio tras una batalla emocional. Suena a confesionario indie, a iglesia abandonada donde sólo queda la voz del que ya no espera respuesta. Hermoso en su simpleza.
‘Chamarras’ es, quizá, el tema más irónico y cotidiano: usa una prenda como símbolo de todo lo que quedó sin resolver. ¿Cuántos de nosotros no tenemos una chamarra vieja de alguien que ya no está? Es un himno de los cierres inconclusos, de esas despedidas a medias que tanto pesan.
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‘Portugal’ llega con rabia, con energía cruda, con ganas de gritarle al mundo: ¿por qué tú sí pudiste rehacer tu vida y yo sigo roto? Suena a roadtrip mental al fin del mundo, a un escape que nunca llega. Es la canción para poner cuando quieres correr sin rumbo.
Lo más valioso de ‘Nictálope EP’ es su capacidad de tocar fibras reales. No es una pose indie ni una moda de Instagram: es un testimonio crudo de alguien que, sin entender del todo sus emociones, decidió transformarlas en música. Y se nota. Por eso los oyentes le escriben que lloraron con sus canciones, que sintieron menos soledad, que por fin alguien puso en palabras lo que ellos callaban.
Alex no busca ser estrella de charts ni trending topic. Su ambición es otra: “Quiero entrar al corazón de alguien. Si este EP logra acompañar a una sola persona, ya valió la pena”. Y sí, lo logra.
El viaje de Alex Buendía con ‘Nictálope’ no termina aquí. Ya se nota una evolución en su manera de componer, de cantar, de arreglar sus canciones. Como él mismo dice, “si divides el EP en dos, casi puedes escuchar a dos personas distintas escribiéndolo”. Es el sonido de alguien que se encontró en medio de la pérdida.